
NOSOTROS
Quiero más saldo para el móvil.
Quiero esas deportivas Nike que molan tanto.
Quiero un IPod Nano de última generación.
Quiero volver a casa a medianoche.
Quiero la luna.
Si no me lo dais, me da un berrinche y me enfado con el mundo.
ELLOS
Quiero un salario digno.
Quiero ropa que me valga y no esté rota
Quiero jugar con una muñeca de verdad.
Quiero volver del trabajo antes de que anochezca
Quiero ir a la escuela.
Si no me lo dais, me resignaré a esperar en silencio mis derechos.
No sé cómo no se nos cae la cara de vergüenza al quejarnos de lo injusta que es nuestra vida, de lo mal que nos tratan nuestros padres, de lo exigentes que son los profesores con nosotros, sabiendo que día a día, 126 millones de niños y niñas son explotados laboralmente en el mundo, que hay 250.000 niños y niñas reclutados como combatientes en el mundo y 93 millones en edad de ir a primaria que no van a la escuela.
En los países desarrollados, la obesidad infantil es un grave problema, mientras que en los países en vías de desarrollo, cada minuto mueren de hambre diez niños menores de 5 años. No se como nos quejamos de no tener todas las cosas chulas que desearíamos sabiendo que hay niños que subsisten con lo mínimo, a veces ni eso. Mientras que nuestra obligación es asistir a la escuela, ir esforzándose para aprobar y ayudar en las tareas de la casa, todos esos millones y millones de niños tienen que contribuir a la supervivencia de su familia, aportando el 10 o 20 por ciento de los ingresos totales de la familia.
Para conseguir esa cantidad ínfima deben trabajar en las minas de sol a sol en condiciones infrahumanas, a gatas, hundiendo manos y rodillas en un fango pestilente para recorrer los profundos corredores, casi sin oxígeno, arriesgando sus vidas al cargar demasiado peso y tragándose el temor a quedar sepultados en un derrumbamiento. Condenados desde que nacen a una vida corta y claustrofóbica, a fenecer en las entrañas de la tierra.
Se puede pensar que no hay peor destino que ese, pero a continuación aparecen en pantalla nuevos datos:
“En la actualidad, unos dos millones de niños están sufriendo abusos sexuales a través de la prostitución y la pornografía”
La trata de personas, escalofriante tema, aún mas tratándose de niños y niñas. Todos los que sufren este tipo de esclavitud son considerados objetos que se pueden vender, intercambiar o denigrar al libre antojo de personas sin escrúpulos. Es la otra cara de la moneda, países como Tailandia, Filipinas, Camboya, Vietnam o Laos son los lugares clave del turismo sexual. Los niños son secuestrados por traficantes o vendidos por sus propios padres, condenados a situaciones humillantes y de extrema violencia que les dejarán secuelas físicas y psicológicas difícilmente subsanables. Todo esto conlleva la pérdida de la infancia, la pérdida de sus vidas.
Pero, ¿Y cuando para poder vivir se está obligado a matar? La UNICEF define un niño o niña soldado como todo menor de 18 años que forma parte de cualquier tipo de fuerza armada regular o irregular o grupo armado en cualquier capacidad, como por ejemplo, aunque no solamente: cocineros, porteadores, mensajeros y cualquiera que acompaña a estos grupos que no sean miembros de la familia. Incluye niñas y niños reclutados para practicar actividades sexuales y/o contraer matrimonio obligatorio. La definición, por tanto, no solamente se refiere a un niño o niña que porta, o ha portado, armas.
Estos niños y niñas han sido secuestrados en la calle, sacados de las aulas o campos de refugiados. Otros muchos son forzados a salir de sus casas a punta de pistola, mientras juegan cerca de casa o caminan por la carretera. Algunos niños se han unido de forma “voluntaria” ante la desintegración de las familias a causa del conflicto, las condiciones de pobreza y el desplome de servicios sociales básicos.
Este es, quizás, el peor destino posible: los niños se exponen a ser torturados, asesinados y violados. Muchos presencian el asesinato de sus familiares o se ven obligados a matarlos ellos mismos bajo la frase "Eres tú o ellos, matas o mueres"
Niños de 9 años o menores son escogidos por su maleabilidad y rapidez a la hora de aprender a matar. Hay cientos de testimonios reales, como el de Natalia, alistada a los 12 años tras ver la muerte de su familia y violación de sus hermanas. Tuvo un hijo a los 14 años, se escapó y ahora vive huyendo, sin lugar adonde ir ni comida para su hijo.
Todas estas vidas rotas son almas marcadas por el sufrimiento. Niños de 9 años en cuyos ojos se refleja el dolor de alguien centenario, que ha soportado todas las miserias del mundo y ha perdido la esperanza hace ya mucho.